Me gustó tanto Morir dos veces, la última novela de Susana Rodríguez Lezaun, que decidí entrevistar a su autora y hablar de cómo se gestó la novela, de sus personajes y, como descubrirás a lo largo de las tres entregas de la entrevista, de muchos otros temas más.
M: Lo primero que quería decirte es que me ha encantado Morir dos veces.
S: Gracias.
M: De verdad, porque a mí tus personajes me gustan mucho, como Marcela Pieldelobo, pero esta novela me ha gustado sobre todo por la potencia que tiene desde el inicio. ¿En qué momento nace la idea de la novela?
Segundas oportunidades
S: Es muy curioso, porque todas mis novelas, como periodista que soy, nacen de una noticia. Siempre hay una noticia que enciende la chispa de alguna manera. En este caso, hace un par de años —quizá tres, no lo recuerdo bien— se conmemoraba un aniversario del 11-S, el ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York. Una de las noticias contaba que más de mil cuerpos nunca habían podido ser recuperados porque habían quedado destruidos, pulverizados por el impacto de los aviones.
Yo me pregunté: ¿te imaginas que alguien en ese momento estuviera tomándose un café, o hubiera decidido fingir una baja laboral, o estuviera con su amante en un hotel, y su familia, todo el mundo, pensara que estaba trabajando y que era uno de esos mil cuerpos? ¿Y que esa persona decidiera no volver nunca y empezar una nueva vida?
A partir de ahí surge la idea. Porque Morir dos veces es, en el fondo, una novela de segundas oportunidades.

M: Totalmente. A mí además me ha gustado mucho —esto es algo que yo pensé, no sé si tú lo tuviste en mente al escribir la escena de la riada—, que el agua tiene mucha relación con la renovación.
«Morir dos veces es, en el fondo, una novela de segundas oportunidades».
S: Absolutamente. El bautismo cristiano, en casi todas las religiones, en la hindú, incluso los Testigos de Jehová, utilizan el agua para lavar los pecados y traerte a la vida en santidad, por decirlo de alguna manera. El agua tiene un simbolismo tremendo. Además, el río arrastra lo que no queremos y se lo lleva, y me pareció muy simbólico.
Es algo además perfectamente factible. Por desgracia, meses después se demostró. Antes de que se publicara la novela, casi un año después de que yo escribiera esa escena —yo la escribí en septiembre del 23 y la riada fue en octubre del 24, o sea más de un año después—, ocurrió algo similar. En la riada de Valencia encontraron en un naranjal el cadáver de un hombre al que hacía 30 años que habían dado por muerto.
Cuando la realidad supera a la ficción
Había desaparecido de su casa hacía 40 años y, después de 10, lo declararon muerto. Su familia llevaba 30 años con un certificado de defunción en casa y, de repente, apareció muerto por segunda vez. Él se había ido de su casa, nadie sabía dónde estaba, y ni siquiera había cambiado de nombre: vivía con su nombre y sus apellidos, pero legalmente estaba muerto. Y murió por segunda vez. Imagínate la sorpresa tremenda de la familia. Estaba en Valencia, no recuerdo de dónde era, pero había vivido allí todo ese tiempo y en la DANA murió de nuevo.
M: Fíjate cómo a veces la realidad supera a la ficción.
S: Tal cual. En este caso, la realidad ha alcanzado a la ficción, porque es exactamente lo que yo planteo.
«La realidad alcanzó a la ficción: aquel hombre murió por segunda vez».
M:Lo que me llamó la atención de la escena de la riada —que además es un punto de inflexión— es que es muy cinematográfica. Mientras la lees, sientes lo que sienten los personajes: la angustia de llevar a un niño pequeño en la riada, de salvarlo a él primero… Todo eso, cuando escribes, ¿tú lo ves?
S: La verdad es que me angustió bastante, porque para mí morir ahogado es la peor de las muertes posibles. Nada me aterra más que los espacios subterráneos en los que además hay agua. Yo nunca habría salido del Poseidón. Cuando veo la película Poseidón y a los personajes buceando y metiéndose en un tubo para salir al otro lado, yo diría: «Mirad, dadme un garrotazo aquí y acabad conmigo de la manera más misericordiosa posible, porque yo no soy capaz de hacer eso ». Me paralizaría y moriría seguro.
Escribir esa escena me resultó muy angustioso, sabiendo además que a lo largo de la historia ha habido muchas personas que han perdido la vida en tragedias similares. Pero sí, mi intención era que el lector me acompañara en la novela en lo bueno y en lo malo. Al fin y al cabo, vamos a leer una novela negra: sabemos a lo que venimos. No es una comedia, no es un libro de viajes. Es una novela negra, un thriller en el que los personajes sufren. ¿Cuál es mi intención? Que el lector esté tan metido en la trama que sufra con ellos, que después se alegre, que se emocione, que sienta la prisa, la angustia, la ansiedad. Venimos a eso, a un thriller. Nadie se lleva las manos a la cabeza porque, cuando conocen mi nombre, saben a qué me dedico y lo que escribo.
M: Saben que comedia romántica no va a ser. (risas)
S: No, todavía no. Cualquier día me da el giro y me dedico a eso, pero a día de hoy no es el caso. Con lo cual, sí: quiero que lo pasen mal, que se angustien conmigo y con Soleil. Esa es mi intención.
«Un thriller es una novela de verbos más que de adjetivos».
M: También me llamó mucho la atención que después de la riada aparece Moon, pero no cuentas que Moon es Soleil, sino que dejas que el lector lo deduzca. Y creo que eso es un gran acierto, porque haces que participe totalmente en esa evolución.
«Evito siempre al narrador que explica en exceso»
S: Lo he dicho muchas veces y no me canso: los lectores son inteligentes. ¿Para qué necesito un narrador que diga: «Moon, antes Soleil…»? No, ya lo vais a descubrir vosotros cuando la historia evolucione. Y no es una trampa, es una evolución natural de la historia, porque se sabe muy pronto. Pero prefiero que disfrutéis de la trama, que deduzcáis, que participéis. Evito siempre al narrador que explica en exceso. A mí me molesta que en una novela me digan: «Iban por un camino cuesta arriba y empezó a cansarse de subir». Pues explícame que va cuesta arriba y ya está: yo ya deduzco que se cansará, que le faltará el aliento. Déjame trabajar un poco como lectora.
M: Me gustó mucho ese detalle porque cuando empiezas a leer una novela negra o un thriller tu cerebro también empieza a funcionar, y eso es lo bonito: es un rompecabezas que vas armando. Que no esté todo masticado hace que el libro sea más interesante. Me pasó también cuando ella recibe el encargo de matar a Eric y nosotros, los lectores, estamos como Moon: descubriéndolo todo a la vez. En mi opinión, es un gran acierto.
S: Eso es. Yo quiero que el lector me rete, que participe, que no se limite a mirar desde fuera. Leer para mí es un viaje, una aventura. Este año, en Pamplona Negra, que estaba dedicado al viaje que es la literatura, empecé mi intervención diciendo: «La primera vez que estuve en Japón tenía 12 años y fue con un libro: Viento del este, viento del oeste». Lees esa novela y estás en Japón. Después fui a Sudamérica, conocí Egipto, estuve dentro de una pirámide… Todo gracias a las novelas. Y eso es lo que quiero dar a mis lectores: que vivan esa aventura conmigo. Que no sea como ver una serie de Netflix, que siga habiendo diferencia entre la televisión y una novela.
M: Cierto. Y más en una novela como Morir dos veces, que no empieza despacio sino que se acelera, y entonces, si eres un simple espectador, no te llega. Pero estás involucrado, eres un personaje más que acompaña a Moon y a Eric. A mí eso es lo que me gusta: que estás ahí, que sientes los tiros en el brazo o en el muslo. Y creo que eso no es fácil de conseguir.
S: Me esfuerzo mucho, de verdad. Releo mucho, corrijo mucho y le doy mil vueltas a cada párrafo, a cada escena, prácticamente a cada verbo. Porque un thriller es una novela de verbos más que de adjetivos. La narrativa tira más de adjetivos, pero el thriller se sostiene sobre verbos de acción. Pienso mucho cada construcción, cada frase, cada escena, para que el lector forme parte de la historia, para que viva dentro de la novela. Que entre por la puertecita de la portada, que abra la puerta del coche, que coja el volante y que no se baje hasta la última página. Y que, cuando se baje, diga: «¡Guau!».
M: Justamente.
S: Esa es mi intención. Por eso tardo un año en escribir una novela. Si la escribiera de corrido, tardaría tres meses.
M: Pero yo creo que lo que tiene el thriller y la novela negra es que hay mucho trabajo desde el primer borrador, que puedes escribir en tres meses, hasta la novela final.
«Quiero que el lector entre por la puertecita que es la portada y no se baje hasta la última página».
S: Exacto, la que entregas al cabo del año.
M: Y eso es lo interesante también del thriller desde el punto de vista de la escritora.
S: Claro. Es un reto. Cuando crees que en la vida ya lo has hecho todo, por edad o por experiencia, la escritura sigue siendo un desafío. Mientras tenga una historia que me rompa la cabeza, que me quite el sueño, que no me deje pensar en otra cosa, seguiré escribiendo. El día que deje de ser un reto, dejaré de hacerlo. Porque si no lo es para mí, no lo será para el lector, y entonces la novela sería anodina. Ese día me dedicaré a la horticultura (ríe).
M: No te veo yo… te veo más periodista o novelista negra.
S: El periodismo actual es muy difícil de llevar. No me gusta cómo está ahora. Yo soy de la vieja escuela y soy consciente de que ese tren ya ha pasado. Lo disfruté a tope, me dejé las meninges como periodista, pero ya está. Y oye, en mi familia hay huerto, así que me podría dedicar a cultivar calabacines y tomates.
M: Creo que era Hércules Poirot quien, en El asesinato de Roger Ackroyd, cultivaba calabacines en su retiro.
S: Pues mira, que me pongan crímenes alrededor y yo me dedico a resolverlos (ríe). Ningún problema.
Susana Rodríguez Lezaun

Susana Rodríguez Lezaun (Pamplona, 1967) es periodista y escritora de novela negra. Licenciada en Ciencias de la Información, desarrolló su carrera en medios como Heraldo de Soria, El Mundo y el Diario de Noticias de Navarra.
En 2003 recibió el Premio Periodístico Ciudad de Barañáin.
Debutó en la narrativa en 2015 con Sin retorno, a la que siguieron Deudas del frío, Te veré esta noche, Una bala con mi nombre, Bajo la piel, En la sangre, Mejor muerto y Morir dos veces.
Desde enero 2018 dirige el festival Pamplona Negra, uno de los más relevantes en España dedicados a este género.
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Esto no termina aquí. Esta conversación tiene tres capítulos: hoy has leído el primero; la segunda parte se publica el miércoles y la tercera, el domingo siguiente.