Saltar al contenido
Home » Blog » Entrevista a Susana Rodriguez Lezaun – Sus inicios, el oficio de escritora

Entrevista a Susana Rodriguez Lezaun – Sus inicios, el oficio de escritora

Entrevista Susana Rodriguez Lezaun sus inicios oficio de escritora

Sigo conversando con Susana Rodríguez Lezaun y en esta última entrega viajamos a sus comienzos como escritora. Hablamos del oficio de escritora, de la realidad del mundo editorial y de la autopublicación, y nos cuenta algunas curiosidades confesables sobre ella que nos muestran su faceta más personal.

M: Quería preguntarte por tus inicios como escritora. Porque ahora es verdad que quien te conoce ya sabe que tienes una trayectoria muy reconocida, pero hay mucha gente que está empezando a leer novela negra. Cuéntanos un poco tus inicios: qué te inspiró, por qué novela negra y cómo fueron.

S: Yo creo que escribo novela negra porque es el género que más me gusta leer y el que más libertad me da para poner ese punto de crítica social que siempre tiene. Yo leo de todo, soy omnívora, leo muchísima narrativa. Intento leer también novelas de otros países, por ejemplo de África, como las que se escriben en Camerún. Busco que estén traducidas al español o, como mínimo, al inglés, para poder leerlas y seguir viajando a través de los libros.

Me acuerdo cuando descubrí la novela negra australiana: me pareció maravillosa. Y la japonesa es otro nivel. Es decir, hay vida más allá de los nórdicos y hay que darles una oportunidad. A mí me gustaba esa posibilidad de entretener al tiempo que pones sobre la mesa, en un libro, una situación injusta, y personajes que se enfrentan a ella y la afrontan. Por eso me decidí por la novela negra, porque era con la que me sentía más cómoda.

Portada de Sin retorno, novela negra de Susana Rodríguez Lezaun

Cuando empiezas, tiene que ser con algo con lo que te sientas bien. A mí me gusta mucho la novela negra, la policial, la de espías —me vuelve loca—, así que creía que si escribía algo tenía que ser eso. Además, lo que yo tenía en mente venía de una noticia que me impactó años antes: el asesinato de Ana Orantes. De hecho, mi primera novela comienza con una mujer maltratada observando desde la calle cómo arde su casa. Ella sabe que su marido está dentro y le da igual. Es una pequeña justicia poética literaria hacia Ana Orantes, a la que su marido mató quemándola viva. Así arranca Sin retorno (no es un spoiler). Y, de ahí el título, porque es un viaje sin retorno tanto para los personajes como para mí. Desde entonces no he vuelto a ser la misma.

Porque una vez que empiezas a escribir es un camino de exigencia, de reto, de desafío constante, de intentar siempre mantener al lector contigo en un mundo muy duro y a veces ingrato. Lo siento si estáis empezando a escribir, pero no penséis que esto es fantástico. El mundo editorial es despiadado y cruel muchas veces. Tú eres lo que vendes, no lo que escribes, eso tiene que quedar claro. Hay muchísimos autores que venden por su nombre —y respeto al lector infinito, si deciden comprar su novela, ole—, pero me da mucha pena que otros autores, con enorme calidad, no lleguen al mercado editorial porque no tienen nombre.

Yo tuve la suerte de llegar en un momento en el que el boom de los influencers aún no se había producido. Publiqué la primera novela en 2015, me la habían contratado en 2013, y entonces todavía no estaba esa locura. Tuve suerte de desarrollar mi carrera en los años buenos de la novela negra y del mundo editorial. Ahora es muy difícil.

M: Sí, ha cambiado mucho.

S: En efecto. Las editoriales buscan nombres consolidados, gente con cientos de miles de seguidores. Porque son ventas hechas. Hay que tenerlo claro, y puede ser muy decepcionante. Dicho lo cual, no hay que dejar de escribir.

M: Exacto.

S: Si lo que te gusta es escribir, hay que hacerlo. Hay que seguir intentándolo y tener la espalda muy ancha para recibir las negativas. Yo guardo los emails con los rechazos; tengo una carpeta de “noes” que no es pequeña, porque a mí me han rechazado muchas, muchas veces. Nadie me conocía; yo tenía cuarenta y pico años y el esfuerzo promocional que suponía apostar por mí no les compensaba. Hasta que hubo quien decidió hacerlo. Por suerte fue Penguin Random House, y entré por la puerta grande. A partir de ahí todo siguió, pero con un trabajo de hormiguita que hay que estar dispuesto a hacer.

Yo animo a la gente a escribir, de verdad. Porque escribir es terapéutico, es divertido, es angustioso… es todo. Y si es lo que te gusta, tienes que hacerlo, pero sabiendo que es muy difícil.

M: Hay una cosa importante que has dicho: cuando Penguin Random House te abrió la puerta, tuviste que seguir trabajando. Porque es verdad que algunos escritores noveles tienen la fantasía de que una editorial lo soluciona todo, y no: al contrario, empieza ahí un trabajo más duro.

S: Ahí empieza. La promoción es agotadora, durísima, súper competitiva. A ti te sueltan en una feria del libro, en una cualquiera, y no están todos para verte a ti. En la esquina hay un autor con una cola que da tres vueltas; en otra parte, un tipo disfrazado de muñeco con una cola tremenda… Es una competencia brutal. Conseguir que un lector se acerque a tu mesa es muy complicado, y es un trabajo de hormiguita.

Y ahora están las redes sociales, que para mí son otro trabajo. Me quitan mucho tiempo, pero entiendo que hay que hacerlo porque tenemos que acercarnos a vosotros, tener una puerta abierta. Esa puerta puede ser Instagram, Facebook, Twitter… para decir: “Mira, estoy aquí, te cuento lo que escribo, y si me lees, cuéntame lo que piensas”. Esa comunicación es necesaria.

Luego está el trabajo de los kilómetros: yo he hecho cientos de miles en estos diez años. Tres ciudades en cinco días… Es agotador. Es maravilloso reunirse con los lectores —para mí es lo mejor—, pero tienes que saber que hay muchas cosas a las que renuncias: vas a estar menos con tu familia, si tienes un trabajo tendrás que pedir días o reorganizarte, trabajar en hoteles… El trabajo empieza cuando te publican, no termina.

M: Pero yo creo que lo mejor de la escritura es que, con todo lo que has dicho, a mí me merece la pena. Yo seguiría escribiendo.

S: A mí también. Si no, no habría publicado nueve novelas y no estaría trabajando en la décima. No concibo la vida de otra manera. Una vez que lo haces es como una droga: bienvenido al club, eres un yonqui más de la escritura.

(Risas)

M: Totalmente. Me ha encantado eso.

S: No hay otra: escribir o escribir.

M: Además, creo que ahora está la posibilidad de la autopublicación, que es otra vía. Para no machacarte recibiendo “noes”. Aunque todavía se considere un poco “menos” que la publicación tradicional, es otra forma de llegar a los lectores.

S: El problema es que no tienen detrás el apoyo de la distribución y la promoción editorial, tienen que hacerlo ellos. El problema no es escribir ni publicar: es llegar a los lectores.

M: Exacto.

S: Para eso necesitas distribución. Si no, tendrás que ir tú con tu carrito de la compra. Yo empecé así: iba librería por librería en mi ciudad pidiendo que pusieran el libro en sus estanterías. Y si autopublicas en Amazon compites contra 100 millones de títulos. O inviertes una cantidad ingente de dinero en publicidad, o eres un pececillo en un océano y nadie te encuentra. Es fácil autopublicar, pero lo difícil es llegar al lector, hacer ese camino, ir de feria en feria.

Recuerdo en Gijón un autor con su mesita de camping, al lado de una carpa, con permiso de la dirección imagino, porque nadie le decía nada. Estaba allí mañana y tarde, ofreciendo sus novelas a la gente que pasaba, que quizá iba a ver a Aramburu, por ejemplo.

Por eso el trabajo de los autopublicados es más duro, más difícil y más ingrato que el de quienes tenemos una editorial detrás. Porque a mí la distribución me la hace la editorial: mis novelas están en Sevilla, Canarias, Ibiza o Argentina. ¿Cómo llega un autopublicado a Canarias?

M: Ahora que lo dices, me acuerdo de Arantxa Rufo, que era autopublicada y acaba de publicar con una editorial.

S: Sí, maravillosa.

M: Subió una foto de su libro en una librería y decía: «La primera vez que mi novela está en una librería y no la he traído yo».

S: Claro. Ella tenía su nicho en Canarias, pero ¿cómo llegaba a Bilbao? Imposible. Dificilísimo. Quienes estamos en editorial convencional tenemos esa ventaja en la promoción, pero sí que es verdad que la autopublicación es un trabajo ya de hormiguitas…

M: De hormigazas.

(Risas)

S: De hormigazas, sí, pero ahí está y es una puerta que no tienes por qué cerrarte.

M: Sí, porque una cosa no excluye la otra. Tú quieres escribir y, mientras llamas a las puertas de las editoriales —porque también es bueno—, vas autopublicando. Porque con cada novela mejoras, aprendes.

S: Claro. Y luego tienes tu currículum. Puedes ir a una editorial y decir: mira, tengo tres novelas que han funcionado así, he hecho esta tirada, se han vendido tantos ejemplares, he estado en estos eventos… Ya no eres una desconocida absoluta. Tienes un pequeño nicho de lectores del que se puede tirar y ampliar. Es una red que se extiende poco a poco.

Eso sí: el trabajo es durísimo y a veces te vienes abajo.

M: Sí, y a veces piensas: «Mira, no vuelvo a escribir». Pero al día siguiente te levantas y dices: «¿Cómo no voy a escribir?».

S: Exacto. ¿Cómo no voy a escribir?

M: Ya para terminar, me gusta contar en los artículos de autores y autoras algunas curiosidades confesables.

(Risas)

S: Gracias.

M: Cosas que los lectores no sepan y que creo que les gustaría conocer: qué autor te influyó más, qué te hizo dedicarte… algo que ellos no sepan de ti.

S: En cuanto a autores, me influyó muchísimo Pío Baroja. Lo leí de adolescente y me pareció tremendo. También me influyeron Pearl S. Buck y Stevenson, con esas novelas de aventuras que te mantenían en tensión.

La novela negra la descubrí más mayor, a partir de los 17. Hasta entonces leía a Delibes —mi bibliotecaria de cabecera me daba todas sus novelas— y a Cela, con 16 años más o menos. Me influyeron muchísimo, porque yo estaba viajando, viviendo, llorando con esas historias. Recuerdo llorar a moco tendido. Que unas simples palabras despertaran en mí tantos sentimientos me tenía atónita, estupefacta, asombrada.

Nunca pensé que sería escritora hasta después de los 40. Mi camino era el periodismo. Siempre fui una lectora empedernida. Estudié en Bilbao, con compañeros de piso, y cuando nos vemos dicen: «Yo siempre me acuerdo de Susana con un libro y una botella de agua en la mano». En eso he cambiado poco. Mis influencias son esos clásicos españoles, y la sorpresa íntima de lo que eran capaces de provocar unas simples palabras impresas.

M: Ahora que dices eso, te diré que en tus novelas, y en Morir dos veces, has conseguido eso que tanto admirabas.

S: Gracias, muchísimas gracias.

M: Y lo digo de verdad, no es peloteo.

S: Muchísimas gracias. A ver, más secretos confesables… Me gusta el rock, soy heavy, voy a todos los conciertos que puedo. En mi juventud era una macarra.

(Risas)

S: Y no te creas, tampoco tengo más secretos confesables.

M: Ya está, con eso nos has dado suficiente. Porque normalmente tenemos de ti la visión de escritora, y está bien mostrar también a la persona con otras aficiones. Eso acerca mucho a los lectores.

S: Sí, me gusta el rock, el heavy, los grupos contundentes y la música en directo.

M: En eso compartimos afición.

S: Bien.

M: No quiero quitarte más tiempo, pero quiero agradecerte mucho que te hayas conectado. Ha sido un gusto enorme hablar contigo: por tu cercanía, tu generosidad al explicarlo todo… Ha sido un lujo.

S: Muchísimas gracias. Gracias por haber elegido y por haber leído Morir dos veces, por acompañarme en este viaje. Nos vemos en la próxima etapa, que no sé cuándo llegará ni dónde, pero allí nos veremos.

M: Allí estaremos.

¿Te has alguna parte de la entrevista?
👉 Parte 1 – Morir dos veces
👉 Parte 2 – Personajes y escritura

Escribe un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *